El estudio más reciente de la organización Berkeley Earth, dedicada al análisis independiente de los datos de temperatura del planeta tierra, indica que el año 2019 fue el segundo más caluroso para el mundo y para Venezuela desde 1950, después de 2016.
Esta investigación, nos pone en alerta ya que el pasado año la temperatura, en nuestro país, tuvo un aumento promedio de 0,9 °C. La tendencia tanto en los valores promedios, como en los valores máximos y mínimos promedios son las mismas, hay una tendencia al aumento desde 1960.
Esta situación no es única para nuestro país. Por el contrario, es la condición imperante a nivel global, donde en algunos países el incremento fue hasta de 2,8 °C. El aumento promedio de Venezuela coincide con la media global. Comparando las temperaturas estimadas y medidas, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, se destaca que los últimos cinco (5) años ostentan el récord de ser, también, los años con los valores extremos más altos de temperatura, así como los valores promedio más altos; esto para el período 2010-2019. Es decir, el calentamiento se está acentuando.
El aumento de la temperatura se asocia con la gran cantidad de gases invernadero que diariamente los seres humanos liberamos hacia la atmósfera, entre los que destaca el dióxido de carbono. En ese sentido, el Proyecto de Carbono Global señala que en 2018 se batieron los récords tanto de concentración total de carbono en la atmósfera, como de emisiones de carbono asociadas con actividades humanas.
Cifras del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inameh) de Venezuela, afirman que en lo que va del año 2020, en algunas zonas de nuestro país, la temperatura promedio ha oscilado entre 34 y 36 °C y que aún podrían aumentar por encontrarnos en el período de sequía.
Por otro lado, además de la tendencia al calentamiento a largo plazo, apreciable en las figuras, hay años específicos que se ven afectados por la presencia de los fenómenos recurrentes conocidos como El Niño y La Niña. Por ejemplo, el récord mundial y de muchos países como Venezuela, en la temperatura y la sequía, se asocia a un Niño muy fuerte en los meses de noviembre/diciembre de 2015. En Venezuela, la fuerte sequía disminuyó el nivel de agua en los embalses del país, lo que comprometió la capacidad de producir electricidad, de la cual dependemos en más de un 70-80%.
Sin embargo, para 2019 se evidenció una baja correlación entre los valores extremos de la temperatura y la sequía con el fenómeno de El Niño, que, como indican los expertos de la organización Berkeley Earth, se trató de un Niño débil al comienzo y con condiciones neutrales al final. Es decir, no se considera que haya tenido efectos importantes sobre estos parámetros climáticos.
Por otra parte, hay que considerar la deforestación y la degradación del ambiente generada por múltiples actividades humanas, y donde la minería es un factor clave, en especial para la región amazónica. Tal como lo ha reseñado la la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg) para la Panamazonia, y Wataniba para Venezuela, esta actividad ha venido en aumento en los últimos años. Su práctica contribuye con el aumento de la liberación del dióxido de carbono y otros gases invernadero a la atmósfera, lo que favorece el calentamiento global. En el video Carbono Vivo puede apreciarse cómo funciona este sistema.
Desde Wataniba, queremos alertar y hacer un llamado para seguir buscando alternativas de vida que contribuyan a la preservación del planeta tierra y a la sobrevivencia de los seres vivos que en él se encuentran. Existen evidencias de que un replanteamiento de las actividades humanas tiene efectos sobre la calidad del aire y de las aguas. Es posible lograr el bienestar.



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