Un conuco es un sistema complejo que cumple una función básica: proporcionar seguridad alimentaria a un grupo familiar. Pero en el Amazonas de Venezuela, el estado que acoge a la mayor cantidad de pueblos originarios del país, el conuco indígena representa mucho más que una simple parcela de tierra.
Cuando era niña, María Antonia veía como sufría su mamá porque cada año “el ganado del señor Meléndez se comía todo lo que ella sembraba porque, cuando crecía el río, la sabana se llenaba de agua y el ganado se metía en la isla donde estábamos viviendo y se comía todo lo que nosotros sembrábamos.”
Tras la muerte de su padre, su mamá fue acogida “en el sitio donde vivía un hermano de ella, y él le hizo conuco a mi mamá, le hizo su casa. Mi mamá quería tener su conuco, era feliz ahí con mi abuela”.

Cualquiera de los 174.942 (INE 2011) indigenas que viven en el Amazonas venezolano entendería perfectamente la frustración de la madre de María Antonia. En un estado que acoge la mayor cantidad de pueblos indígenas del país, el conuco no es simplemente una parcela de tierra, es una forma de vida.
La María Antonia de hoy ya no es cualquier niña yabarana, tiene 67 años, hijos y nietos, y vive en Puerto Ayacucho. Con nostalgia recuerda que antes vivía en Manapiare: “allá yo me iba para mí conuco; me la pasaba sembrando, limpiando, haciendo cualquier cosa”.
Tumba y quema
Un conuco indígena es un sistema complejo que cumple una función básica: proporcionar seguridad alimentaria a un grupo familiar. “Normalmente nosotros dependemos de nuestro conuco” dice Esteban, oriundo del pueblo ye’kwana. Él asegura que en su comunidad “cada familia tiene su conuco y ahí normalmente sembramos yuca amarga, yuca dulce, plátano, topocho, auyama, ñame, batata, piña, caña de azúcar, lechoza”.
Sin embargo con regularidad la eficiencia ecológica del conuco ha sido ha sido puesta en duda. Entre algunos de los males que se le achacan al sistema de ‘tumba y quema’ con el que es asociado, se destacan la deforestación, la erosión, la reducción de vida de los embalses, la pérdida de biodiversidad y la disminución de nutrientes en los suelos.

En términos generales, la agricultura de tumba y quema consiste en talar e incinerar el bosque y la vegetación para establecer cultivos de ciclos cortos. Luego de dos o tres años de siembras continuas la fertilidad del suelo disminuye considerablemente y, sin más tierras disponibles para continuar expandiendo la frontera agrícola, el terreno es dejado en barbecho, un período de descanso que puede durar entre cuatro a diez años.
“Nosotros talamos anualmente en los meses de diciembre, enero y febrero, talamos y tumbamos conuco”, afirma Esteban, quien, al igual que la madre de María Antonia, no concibe la vida sin un conuco: “yo vivo actualmente en Alto Ventuari, yo tengo familia ahí, normalmente soy de la comunidad de Cacurí y ahí tengo mi conuco, mi casita”.
Se esgrime que, en lugares donde es posible realizar el barbecho, esta modalidad de cultivo procura que se sostenga en el tiempo; de lo contrario, se degrada y agota la fertilidad de los suelos y, conforme se empobrece el suelo, se empobrece el agricultor. No obstante, el conocimiento indígena y la práctica conuquera que han desarrollado por miles de años, dicen otra cosa.

El conuco indígena ¿signo de atraso o todo lo contrario?
En el actual territorio venezolano las condiciones climáticas que imperaban hace diez mil años antes de nuestra era eran muy diferentes a las de hoy día. Las comunidades originarias tuvieron que tomar decisiones cruciales para su subsistencia, las cuales ejercieron una influencia decisiva en la conformación de sus modos de vida, las formas de organización social para la producción, la distribución, el intercambio y el consumo necesarios para vivir.
La localización de campamentos y comunidades implicaba una elección racional, no sólo del lugar donde se iban a asentar, sino también de los recursos naturales de subsistencia de los cuales dependerían, del tipo de vivienda que debían construir, de los modos de trabajar y de relacionarse para producir los bienes que sustentarían la vida cotidiana.

“Lo primero que hicimos fue asegurar algo de comida en el patio cuando llegamos”. Reina confiesa que, en tiempos difíciles, se ha visto obligada a ir y venir. “Me arriesgué, no tenía casa, me arriesgué a llegar aquí de arrimada y esa ha sido una de las dificultades que he tenido”.
Al igual que sus ancestros ye’kwana, Reina tuvo que tomar decisiones cruciales para asegurar la alimentación de su familia. “Esa parte sí la hemos hecho mi esposo y yo, donde nos quedamos hemos estado sembrando y lo que hemos sembrado lo hemos dejado en esa casa cada vez que nos mudamos”.
Aun cuando hoy en día suelen ser tildados como un ‘signo de atraso’, el conuco fue la fuente alimenticia de las élites, tanto de las colonizadoras como de las mantuanas y puramente criollas. En aquella época, el conocimiento indígena resultó esencial para la adaptación de los cultivos europeos a los agroecosistemas tropicales, y el conuco y sus alimentos representaron una importante fuente de sustento, particularmente durante la guerra de independencia.
Biodiversidad: base del conuco indígena
No todos los conucos son iguales. Una primera diferencia sería la que hay entre el conuco tradicional y el modernizado, el cual incorpora tecnologías propias de la agroindustria. Dentro del tradicional, además, existen diferencias entre el conuco campesino y el indígena, entre los itinerantes y los sedentarios. También entre los conucos en la selva, en la ribera de los ríos, sabanas y suelos aluviales. Cualquiera sea el caso, el conuco está asociado a sistemas agronómicos de pequeña escala que, por lo general, no alcanzan las dos hectáreas por familia, o las siete hectáreas cuando son manejados en comunidad.

Nacida en Coromoto, una comunidad al pie del casco de Puerto Ayacucho cercana al Tobogán de la Selva, Leyda, quien proviene de una familia jivi “muy grande, de 11 hermanos”, asegura con emoción que “estamos sembrando ahorita maíz en la comunidad”. Confiesa que en un pasado reciente “estábamos acostumbrados a ‘Ah no, yo trabajo y yo compro porque yo estoy aquí en la ciudad’… y nos olvidamos un poquito del conuco, eso también nos motivó a volver a hacer nuestro conuco tradicional. Vivimos en esta biodiversidad y eso nos pegó muy fuerte”.
Un elemento fundamental del conuco es la biodiversidad. La práctica ancestral recrea el mismo ecosistema que se encuentra naturalmente en el bosque circundante: la diversidad de especies y variedad de cultivos de una misma especie; variados tamaños, incluyendo frutales y árboles que dan sombra.
El pueblo jivi habita en una amplia región de sabanas entre Venezuela y Colombia y sus conucos, levantados generalmente en bosques de galería o en matas llaneras, constituyen un sistema ecológico sumamente sofisticado. En éstos se realiza un manejo específico en cada fase, lo que involucra todo un compendio de conocimientos ecológicos muy variados y especializados.

(Foto: Wataniba)
“Ahí se dio bastante pepino, bastante pimentón, bastante ají dulce, cambur también y topocho también teníamos. Mis hermanos han podido sembrar maíz y están sembrando yuca, piña, ese tipo de cosas. Esto nos ha motivado más a que nosotros tengamos con qué contar allí en la parte alimentaria”.
En términos ecológicos, el conuco se entiende como un sistema de agricultura de perturbación y sucesión. El talado y quemado (perturbación) que los hermanos de Leyda emplean, proporcionan al suelo los nutrientes almacenados en los vegetales a través de las cenizas y los mismos árboles talados que, al dejarse en el sitio, evitan la erosión y sirven de alimento a hongos y otros microorganismos.
A partir de las relaciones entre las especies y a lo largo de toda la sucesión ecológica, la cosecha y la recolección de especies silvestres es constante. No obstante, en las etapas medias y tardías, el conuco también es aprovechado para la caza de fauna que, atraída por la diversidad ecológica, sirve de base proteica en la dieta indígena.
Más que una parcela agrícola
La cultura se ha formado, creado y recreado acoplándose permanentemente con la naturaleza en un proceso coevolutivo y ecocultural atado a la memoria. Si entendemos que cada región se modela culturalmente en función de lo que produce, entonces la producción conuquera estaría modelada por la cultura de cada pueblo.

Este modelo de producción agraria, que es diversificado, rentable y productivo, conservacionista de los ecosistemas naturales y de gran autonomía con respecto a la utilización de insumos y tecnología modernos, además de favorecer la biodiversidad en los lugares donde que se desarrolla, también pone en evidencia que los pueblos indígenas saben hacer uso de los mecanismos de regeneración de las selvas y sabanas tropicales.
Múltiples investigaciones señalan que, como método agroecológico basado en policultivos y predios pequeños o medianos, el conuco posee un óptimo desempeño en la protección de la salud física y biológica del suelo: es más eficiente en la captura de carbono y en la captación de nutrientes como nitrógeno y fósforo.
Si bien es cierto que el conuco requiere una mayor inversión de tiempo y energía humana para su mantenimiento, también es cierto que el tiempo invertido en producir alimentos en familia o en comunidad, en muchos aspectos, es más provechoso y trasciende lo meramente productivo. El conuco indígena es un sistema complejo que puede ser interpretado desde una perspectiva agronómica y ecológica, tanto como desde perspectivas culturales, socioeconómicas, espirituales y simbólicas.
La historia que relata María Antonia, no es una historia extraordinaria, es la misma historia de muchas familias y comunidades indígenas que ven vulnerados sus derechos como consecuencia de la expansión de la frontera agroganadera industrial en Venezuela, una de las principales causas de deforestación en la Amazonia de este país. Para ella, como para cada habitante de la región, más allá de lo bioagroecológico, el conuco es una forma de vida para los pueblos indígenas.