Por la vulnerabilidad epidemiológica a enfermedades ajenas a ellos, el brote puede ser fatal para una gran parte de su población. Comunidades entre la frontera de Venezuela y Brasil son afectadas por esta enfermedad.
Caracas, 20 de julio de 2018.- Un reporte de salud recibido por el personal Yanomami el pasado mes de marzo, desató las alarmas al informar que comunidades indígenas de Alto Ocamo, sector Parima, en Venezuela, y en la región de Ônkiola, por parte de Brasil, presentaban síntomas de lo que podría ser sarampión.

Para aquel momento, un centro asistencial en Boa Vista confirmó uno de los casos y otros 23 quedaron bajo evaluación. Más adelante, organismos de salud del estado Amazonas, en Venezuela, identificaron otros 25 casos potenciales en las comunidades de Oroshi e Irotha donde confirmaron siete fallecidos, como dijo el Director Regional de Salud de Amazonas. Sin embargo, hasta el 7 de julio del presente año, representantes del pueblo Yanomami informaron a Wataniba, grupo de trabajo socioambiental en la Amazonía, que existían alrededor de 121 personas con los mismos síntomas, principalmente en el sector de Alto Ocamo y Alto Padamo. Según la Sociedad Venezolana de Salud Pública (SVSP), esto corresponde a una tasa de incidencia de 8.402 x 100.000 habitantes, o 953 x 100.000 habitantes del municipio Alto Orinoco donde residen. Los agentes de salud Yanomami también informaron que habría aproximadamente 53 fallecidos hasta ese momento, lo que implica una tasa de letalidad de 43,8 por cada 100 enfermos y una tasa de mortalidad de 3.680 por 100.000 habitantes de los Yanomami Sanema y de 417 por 100.000 habitantes del municipio Alto Orinoco, según especificó la SVSP.
Aunque estas cifras son alarmantes, el impacto total de este brote se desconoce por, al menos, dos razones. Por un lado, estas poblaciones viven en zonas remotas y de difícil acceso, y, por el otro, en respeto a sus costumbres los fallecidos son incinerados y sus cenizas reservadas para un ritual posterior, de modo que en muchos casos al llegar a las comunidades lo que encuentra el personal de salud del Estado o los asistentes de salud Yanomami son las cenizas reservadas para el ritual.

A nivel de Venezuela, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) presentó en sus informes de marzo y junio de 2018, que la mayor incidencia de los casos de sarampión en Venezuela, estaba circunscrita a personas menores de 19 años. En su informe de junio, señalaba que desde 2017 hasta el primer semestre de 2018, se habían reportado 2.154 casos, con 35 defunciones a nivel nacional. Según la OPS, la mayor proporción de casos sospechosos estarían en el estado Bolívar y el Distrito Capital, mientras la mayor mortalidad ocurrió en el estado Delta Amacuro, con 33 decesos, mayormente vinculado con el grupo indígena Warao. Todo esto es previo al conocimiento del brote entre el pueblo Yanomami.
El brote de sarampión en los Yanomami venezolanos parece responder a un efecto boomerang, de acuerdo a la SVSP. Es decir, después de la exportación de casos de Venezuela al Brasil, situación que se identificó por primera vez a inicios de febrero de 2018, como producto de el éxodo masivo de personas que han migrado desde los estados Bolívar y Delta Amacuro, el virus llega hasta los Yanomami venezolanos como resultado de la alta movilización transfronteriza de mineros ilegales portadores del virus. Para las organizaciones Yanomami la fuente del virus también la asocian a mineros ilegales, situación que no ha podido comprobarse. Para este momento, el Ministerio de Salud de Brasil reveló (miércoles 18 de julio) 677 casos confirmados de sarampión en los estados fronterizos de Roraima y Amazonas, en Brasil, con 216 y 444 personas infectadas, respectivamente. “Se comprobó por el genotipo del virus (D8) que fue identificado, es el mismo que circula en Venezuela”, señaló el Ministerio en un balance publicado en su portal.

De acuerdo a los datos proporcionados por los agentes de salud Yanomami, la incidencia del sarampión se desvía del patrón nacional ya que no se limita a menores de 19 años, por el contrario afectan a toda la población. Esto puede explicarse porque muchos de los asentamientos donde apareció el brote se contactaron en tiempos recientes (menos de seis años), por lo que no han sido beneficiados con jornadas de vacunación masivas. Esto enciende aún más las alarmas porque los indígenas venezolanos, son particularmente sensibles a virus ajenos y extraños para ellos. De allí que la mayor cantidad de muertos, incluso en cifras oficiales, está asociada a grupos como los Warao y ahora a los Yanomami, en particular del subgrupo Sanema.
Las organizaciones Yanomami de ambos países están muy preocupadas por la situación. Por Venezuela, la organización Yanomami HOY, conjuntamente con otros representantes de este pueblo, han hecho público un comunicado a través de watanibasocioambiental.org, además de enviar cartas a las dependencias nacionales con competencia en el caso, para instar a acciones más contundentes y sostenidas. Los organismos de salud nacionales y regionales han dado respuesta al problema y han llevado a cabo visitas para verificar las condiciones del brote (abril 2018) y dos jornadas de vacunación (abril 2018 y finales de junio e inicios de julio 2018), que según ha informado el personal de salud Yanomami alcanzó a todos los grupos de edad. Durante esas jornadas visitaron 27 comunidades. Sin embargo, las acciones aún lucen insuficientes dada la extensa área a cubrir y la dispersión de las comunidades en esa superficie. Para este mes de julio, indicaron los agentes de salud a Wataniba, que estaba previsto otro operativo que alcanzaría a 28 nuevas comunidades.
Desde Wataniba, junto con los pueblos originarios con los que trabajamos, hacemos un llamado urgente para que se tomen medidas inmediatas para atender a todas las comunidades indígenas afectadas por el brote de sarampión. La mortalidad que se ha informado entre los Yanomami es muy alta, pero hay que atender a todos los pueblos indígenas afectados en Amazonas, Delta Amacuro y Bolívar. Las jornadas de vacunación son apremiantes y deben alcanzar, en el caso de los Yanomami de contacto reciente, a todos los pobladores, ya que ninguno de sus integrantes ha sido vacunado previamente y están en riesgo de morir las comunidades enteras.