Uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad en este siglo es el cambio climático. Como la selva tropical más grande del mundo la Amazonia desempeña un papel crucial para mantener controlados los niveles de CO2 de nuestra Madre Tierra. Y así como el planeta, la biodiversidad y los pueblos indígenas de la Amazonia están viviendo un momento crítico. No está a salvo, pero la esperanza tampoco está perdida. Con estrategias de manejo socioambientalmente sostenibles podemos revertir la tendencia.
Érase una vez en 1970
En una época en la que el resguardo y la protección del medio ambiente no eran exactamente una prioridad en la agenda política de Estados Unidos, la extravagante idea de crear una agencia de protección ambiental, promovida por el senador y activista ambiental Gaylord Nelson, hizo eco en 20 millones de personas.
Sin redes sociales de por medio, a la convocatoria del 22 de abril de 1970 se sumaron mil universidades, 10 mil escuelas y centenares de comunidades. Semejante presión social se tradujo en la creación de la Agencia de Protección Ambiental de ese país y una serie de leyes destinadas a la protección del medio ambiente, que se convirtieron luego en un precedente importante para otros países y organismos internacionales.
Dos años más tarde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano sentó las bases de la toma de conciencia mundial sobre la relación de interdependencia entre los seres humanos, otros seres vivos y nuestro planeta.
Desde entonces, todos los esfuerzos por crear conciencia medioambiental crecieron exponencialmente. Ese mismo año se estableció el Día Mundial del Medio Ambiente y se creó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Más tarde, en 1992, 178 países firmaron la Agenda 21, la Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo y la Declaración de Principios para la Gestión Sostenible de los Bosques en la “Cumbre de la Tierra”.
A comienzos de siglo, en 2002, Johannesburgo fue sede de La Cumbre de la Tierra y poco después el 2008 fue declarado Año Internacional de la Madre Tierra tomando como antecedente para la fecha la protesta iniciada por Nelson.
Desde entonces, las organizaciones que, como Wataniba, abogamos por el resguardo del planeta y específicamente de la Amazonia, nos tomamos este día muy en serio para reflexionar.
Madre Tierra
La Madre Tierra claramente nos pide que actuemos en su defensa. Hace alrededor de 10 mil años los bosques ocupaban, aproximadamente, el 80% de la superficie del planeta. Pero con la evolución y acción del hombre sobre el ambiente comenzó la deforestación, hasta el punto de que los bosques cubren apenas entre un 25% y un 35% de la Tierra hoy en día.
¿Cómo llegamos a esto? Haciendo desaparecer cada año un promedio de 13 millones de hectáreas de bosques primarios del mundo. Estos bosques no sólo son importantes por el oxígeno que brindan y por su rica biodiversidad, son, además, sumideros de carbono naturales con la capacidad de absorber el doble de dióxido de carbono (CO2) que los bosques no primarios. Y cuando son quemados, talados o al descomponerse, los árboles liberan el carbono a la atmósfera, contribuyendo así al calentamiento global .
Sólo en los trópicos, en 2019 se perdió cada seis segundos una extensión de bosque primario equivalente a una cancha de fútbol; diez canchas en apenas un minuto. Esta pérdida está asociada a un aumento en CO2 equivalente a las emisiones de 400 millones de autos en el mismo período.
Pulmón enfermo
Como la selva tropical más grande del mundo, con 8.470.209 km², la Amazonia desempeña un papel crucial para mantener controlados los niveles de CO2 de nuestra Madre Tierra. Y no está a salvo.

En la última década en la Amazonía han crecido aceleradamente las presiones y amenazas y sus respectivos síntomas y consecuencias, algo que en Wataniba vigilamos muy de cerca con nuestras labores de monitoreo. El impacto de megaproyectos de infraestructura e industrias extractivas se ven reflejadas en la deforestación, fuegos y pérdida de carbono en su matriz vegetal. Si la Amazonia fuera deforestada, no solo estos sumideros de carbono se perderían, sino que se transformaría en otra fuente de CO2 para la atmósfera.
El análisis más reciente de la Raisg, red de la que somos parte, y el Woodwell Climate Research Center (WCRC) detectó que durante el período 2003–2016, la región amazónica fue una fuente neta de emisión de carbono a la atmósfera: se liberaron alrededor de 1.290 millones de toneladas de carbono. El estudio señala que en el 2003 más del 50% del carbono se encontraba en territorios indígenas (TI) y áreas naturales protegidas (ANP).
Fuera de estás áreas la situación es distinta: en una extensión que comprende el 48% del territorio amazónico ocurrieron la mayor cantidad de emisiones de CO2. Estos resultados confirmarían la efectividad de los TI y ANP para mantener casi intacto el inventario total de carbono y refuerzan su papel fundamental en la protección de los bosques y la lucha contra el cambio climático.

Un remedio: 80×25
Uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad en este siglo es el cambio climático. La evidencia científica claramente afirma que estamos ejerciendo presiones extremas sobre el planeta y sus principales manifestaciones tienen repercusiones en la biología, economía y en la sociedad.
De manera similar la Amazonia, su biodiversidad y sus pueblos indígenas están viviendo un momento crítico, con ritmos de degradación sin precedentes en su historia. La pérdida del 17% de su cobertura forestal ha encendido las alertas, si la deforestación y la degradación combinadas cruzan el umbral del 20% , los científicos advierten que el sistema alcanzará un punto de inflexión irreversible que puede traducirse en la muerte regresiva de todo el ecosistema.

En este sentido, el llamado a un pacto global para proteger el 80% de la Amazonia para el 2025, promovido por la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), podría ser, al menos, un paliativo ante la voracidad de las amenazas y presiones.
“Para lograr el 80% de protección al 2025, cada país de la Amazonia debe desarrollar Planes de Acción Nacionales del Bioma Amazónico (PANBA) para detallar sus compromisos y cumplir con la meta de 80 x 25. El proceso debe contar con la participación plena de la sociedad civil, incluyendo a los pueblos indígenas que hemos sido administradores efectivos de este bioma durante milenios”.
Pero gran parte de su éxito dependería de la voluntad de los Estados y, actualmente, de acuerdo al informe de RAISG, “sobre el 27% del territorio amazónico recae algún tipo de amenaza. Casi todos los países de la región tienen una parte de su territorio amazónico amenazado por algún proyecto de infraestructura o de actividades extractivas”.
Un futuro sostenible es posible
La transformación de la Amazonia pone en peligro el bienestar del planeta y los Estados no están cumpliendo la mayoría de sus compromisos para limitar los daños ambientales. Pero aún estamos a tiempo de revertir este proceso: cambiar la relación de la humanidad con la naturaleza es la clave para alcanzar un futuro sostenible.
Con estrategias de manejo socioambientalmente sostenibles podemos revertir la tendencia y generar oportunidades que respeten los derechos ambientales y los humanos. Esta transformación supone realizar cambios significativos en el comportamiento, la cultura, los flujos de materiales y los sistemas de gestión y transmisión de conocimientos.
El desmoronamiento de la red de vida en la Amazonia, y en la Tierra misma, solo puede detenerse y, en última instancia, revertirse si se abordan los factores humanos indirectos y directos que lo provocan.
Cabe esperar que los intereses políticos y económicos existentes se opongan a las transformaciones destinadas a garantizar un futuro sostenible y próspero, pero es posible hacerles frente. Mantener la salud del planeta es clave para proporcionar salud y bienestar para todos.
Así como lo han expresado distintas culturas a lo largo de la historia, demostrando la interdependencia entre sus muchos ecosistemas y los seres vivos que la habitamos, hoy, Día de la Tierra, es un día para rendir homenaje a nuestro planeta y reconocerlo como nuestro hogar. Y, por supuesto, para comprender cómo Amazonía juega un papel determinante en que ese hogar siga siendo confortable y próspero.

Cuida la Amazonia, cuida tu casa.