Ubicado al noreste de Venezuela, el Delta posee uno de los mayores y mejor conservados humedales de Sudamérica. Gracias a su aislamiento, particularidades ambientales y tierras no aptas para la agricultura, gran parte de su biodiversidad ha permanecido inalterada. Aun así, sus valiosos cursos de agua, ciénagas, estuarios, herbazales, manglares y sus pobladores, los Warao del Delta del Orinoco, se encuentran expuestos a graves daños.
Un ecosistema frágil y vital
El Delta del Orinoco es una zona rica en diversidad biológica, con ecosistemas frágiles y de vital importancia para sus pobladores originarios: los Warao. El agua y el ciclo hidrológico son el hilo conductor de los procesos ecológicos del Delta y en sus territorios confluyen y desembocan los residuos provenientes de las actividades industriales, mineras, petroleras y de deforestación que tienen lugar en toda la cuenca del río Orinoco, lo que lo convierte en un sumidero de desechos de buena parte del país.
El cierre del Caño Mánamo, en 1965, produjo terribles modificaciones ambientales que aún perjudican a los Warao del Delta del Orinoco. A menos de dos años después del cierre, se inició una progresiva salinización de las tierras cercanas a los caños, por los cuales ya no circulaba suficiente agua dulce proveniente del Orinoco. Este proceso afectó, por un lado, a la vida animal y vegetal de los caños y sus orillas, y por otro, a las poblaciones indígenas, que perdieron su principal fuente de subsistencia: los productos vegetales habituales de consumo, como el ocumo chino, y la pesca que provenía de caños e islas asociados.
Desde entonces, el Delta ha experimentado otros impactos socioambientales. La intensificación de la actividad petrolera desde finales de los noventa hasta la primera década del siglo, el aumento de la minería en los estados Amazonas y Bolívar, así como en los ríos colombianos que drenan al río Orinoco, desde mediados de la década pasada y el uso del fuego como una estrategia para la caza de fauna silvestre y para la limpia de terrenos que no son aptos, en muchos casos, para la agricultura, lo han puesto en una situación crítica en los años recientes.
Por la ubicación de este estado, afirma Tina Oliveira, Coordinadora del Programa de Monitoreo Socioambiental de Wataniba, “sus aguas vienen cargadas con los desechos de todas las actividades que tienen lugar en el recorrido de los ríos tributarios del Orinoco, tanto de Venezuela como de Colombia, entre ellos, el mercurio, el cual es acumulado, principalmente, por especies carnívoras acuáticas”.

La pérdida del equilibrio
Según la concepción de los Warao, el mundo descansa en un equilibrio entre el hombre, la naturaleza y los seres sobrenaturales. Toda intervención humana en el mundo natural produce consecuencias que pueden resultar funestas para los humanos.
Los Warao son uno de los pueblos indígenas más antiguos de Venezuela. Su territorio tradicional se corresponde con las zonas pantanosas del delta medio y bajo del río Orinoco, donde se han especializado, a lo largo de miles de años de ocupación, en la explotación equilibrada y sostenible de los ecosistemas y ambientes que componen el llamado sistema deltaico. Es un pueblo de aguas y hábitats fluviales que depende de este recurso para su subsistencia. La contaminación de su ambiente ha hecho que quienes aún permanecen en sus territorios ancestrales, se expongan al padecimiento de enfermedades que van desde diarrea y diabetes, hasta graves intoxicaciones.
Los desechos industriales provenientes de la explotación de hidrocarburos en zonas cercanas o productos de la minería, como el mercurio, son arrastrados por los ejes fluviales. Estas actividades extractivas producen, a su vez, la deforestación en las periferias del estado. Todo ello ha conducido a una situación de migración indígena hacia zonas urbanas dentro y fuera del país, en condiciones de gran precariedad, con graves consecuencias para ellos.
El abandono de sus medios tradicionales de subsistencia desplazó a los indígenas hacia el mercado de trabajo asalariado, empleándose como obreros, trabajadores agrícolas y servicio doméstico. Aquellos que no logran estas formas de inserción laboral, muchas veces acaban practicando la mendicidad y la recolección de desechos en basureros en los centros urbanos. Los Warao son uno de los pueblos con mayor nivel de marginación, inestabilidad y abandono sanitario en todo el país.
“En general los Waraos no tienen empleo”, asegura Alejandro Luy, gerente general de la Fundación Tierra Viva en una entrevista para Wataniba, “pero tienen un valor cultural muy importante que está basado en sus artesanías”. Éstas están estrechamente vinculadas con su ecosistema, pues, desde hace siglos, los Warao producen utensilios, mobiliario y objetos de uso doméstico o decorativos que provienen de las palmas Moriche y Temiche, los cuales son abundantes en la región.

Territorio Warao, territorio protegido
Sobre las bases del programa El Hombre y la Biosfera (MAB, por sus siglas en inglés) de la UNESCO, donde el concepto de sostenibilidad es central y el objetivo es la conservación y uso de los ecosistemas, en junio de 1991 el Estado venezolano creó dos figuras con la finalidad de proteger y preservar la biodiversidad y los humedales del Delta del Orinoco: la Reserva Biosfera Delta del Orinoco (RBDO) (Decreto 1633) y el Parque Nacional Delta del Orinoco (PNDO) (Decreto 1632), originalmente conocido como Mariusa, enclavado a modo de área núcleo de la reserva.
Con una superficie de 8.683 km2, un 23% del estado Delta Amacuro, la RBDO se extiende a lo largo del territorio ocupado ancestralmente por el pueblo Warao y su conservación mucho ha tenido que ver con la presencia indígena en la zona.
En el marco del trabajo que realizamos como parte RAISG, en Wataniba registramos las principales amenazas que, hoy por hoy, atentan contra los ecosistemas del estado Delta Amacuro y sus habitantes.
De acuerdo con Tina Oliveira, entre 2016 (año de creación del Arco Minero del Orinoco) y 2020, una de las presiones con mayor impacto sobre los ecosistemas de la RBDO y el PNDO y las poblaciones Warao es el fuego, probablemente como una estrategia para cazar especies de la fauna que son empleadas para consumo local o para su venta”.
Aunque las tierras indígenas Warao oficialmente demarcadas, apenas alcanzan un área de 648 km2 de un total de 28.675 km2 aún sin demarcar, en ellos apenas se registra 0,5 km2 de superficie quemada; mientras que entre aquellos que aún permanecen sin demarcación oficial, el área quemada se incrementa a 1.579 km2.

Por su parte, la deforestación, otra de las amenazas latentes en la región, alcanza un área total acumulada (2000-2020) en Delta Amacuro de 83 km2, de los cuales casi el 50% pertenece a territorios no demarcados oficialmente. Entre tanto, aunque el territorio Warao oficialmente demarcado solo cubre el 1,7% del estado, la deforestación allí parece no existir.
Lo anterior es indicativo del uso sostenible de los recursos ecosistémicos por parte de su población y parece decirnos que la demarcación de los territorios oficialmente a los Warao del Delta del Orinoco favorecería la protección de los ecosistemas deltaicos. Sin embargo, aun cuando repetidamente este pueblo, junto con diferentes organizaciones de la sociedad civil, han pedido que se avance en la demarcación y titulación de sus tierras tradicionales, así como la compensación por los daños socioambientales de antiguos proyectos como el del cierre del Caño Mánamo o la contaminación de las aguas por la actividad del campo petrolero Pedernales, sus reclamos, pasados y actuales, siguen sin ser atendidos y su calidad de vida sigue disminuyendo, con todas las consecuencias socio-culturales y ambientales que esto reviste.