Los pueblos indígenas llevan siglos haciéndonos un favor. Es innegable que sus prácticas de manejo forestal, administración y preservación de recursos naturales son los caminos a seguir hacia la sostenibilidad. Sin embargo, la indiscriminada explotación de los recursos de la Tierra y la subsecuente contaminación por carbono, de las que ellos muy poco han contribuido, exponen a los pueblos indígenas, los guardianes de las reservas de carbono, a las inminentes amenazas del calentamiento global.
La influencia de los pueblos indígenas como los guardianes de las reservas de carbono, en la conservación de los ecosistemas y en la mitigación de los impactos del cambio climático, históricamente ha sido y sigue siendo, subvalorada.
El estilo de vida de las comunidades indígenas se caracteriza por su bajo impacto ambiental y una reducida huella de carbono. Además, dado que su propia cultura y espiritualidad se sustentan en la protección de los bosques, y no en su destrucción, son los mejores guardianes de la naturaleza.
Hoy, como todos los años desde 1994, cada 9 de agosto, celebramos el día internacional de los pueblos indígenas con la intención de promover y crear conciencia sobre los derechos de aproximadamente 370 millones de personas indígenas en el mundo.
En la Amazonia, sin embargo, la indiscriminada explotación de los recursos naturales y la subsecuente contaminación por carbono exponen a estas comunidades a las inminentes amenazas del calentamiento global, lo que los coloca en una posición de especial vulnerabilidad.

Las cifras no mienten
En los nueve países que conforman la Amazonia hay 3.344 territorios indígenas y 522 áreas protegidas. La suma de todas estas tierras, entre territorios ya reconocidos o aún en fase de demarcación, indica que el 52% de la Amazonia se encuentra bajo algún tipo de protección.
En un estudio realizado por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) en alianza con el centro de investigación Woods Hole Research Center (WHRC), de Massachusetts y la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), entre otras organizaciones, se revela que entre 2003 y 2016 la perdida de biomasa en la región alcanzó los 3.400 millones de toneladas métricas, de las cuales solo el 10% de todas las pérdidas de carbono que ocurrieron en la Amazonía en este periodo corresponde a tierras indígenas y áreas protegidas. Las ganancias, en cambio, apenas fueron de 1.200 millones de toneladas métricas. Con la deforestación, la quema y la degradación de los bosques, el stock de carbono se está enviado, textualmente, al aire.
Las cifras no indican otra cosa mas que los pueblos indígenas contribuyen directamente a regular el clima y evitar que el calentamiento de la Tierra sea aún más intenso.

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), en un documento publicado en 2021 titulado Los Pueblos Indígenas y Tribales y la Gobernanza de los Bosques, señala que “mientras que la superficie de los bloques de bosques intactos disminuyó apenas en un 4,9%, en las áreas indígenas del continente entre 2000 y 2016, en las no indígenas cayó en un 11,2%”.
Y es en este mismo orden de ideas que el World Resource Institute y la Rights and Resources Initiative, en otro estudio de reciente data, sugiere que el fortalecimiento de los derechos de comunidades indígenas constituye una estrategia de bajo costo y de gran impacto para reducir globalmente unos 37 billones de toneladas de carbono.
En breve, los datos revelan que las culturas y los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas han contribuido de varias formas a reducir la destrucción de los bosques y mitigar los efectos del cambio climático.
Una deuda pendiente
El conocimiento tradicional de los pueblos indígenas sobre los recursos naturales y sus usos, las plagas y las enfermedades, el fuego, el clima y los suelos, y la manera como todos estos responden a las prácticas humanas, representan un aporte sustancial al manejo, aprovechamiento, restauración y monitoreo de los bosques.
En la mayor parte de los territorios indígenas, las principales amenazas a la cobertura forestal provienen de afuera. En este sentido, el reconocimiento formal de los derechos colectivos de los territorios indígenas por los Estados contribuiría a evitar la entrada de grupos externos que amenacen la vida ecosistémica.

Venezuela, sin embargo, aún tiene una deuda que saldar en esta línea. Pese a que el país incorporó en su Constitución los derechos indígenas en una lista que, entre otras cosas, incluye la consagración del derecho al territorio, ha suscrito una serie de acuerdos internacionales, promulgado un cúmulo de leyes y creado el Ministerio del Poder Popular para los Pueblos Indígenas, aún los más de 30 pueblos indígenas que habitan a los largo de los 470.219 Km2 que constituyen nuestra Amazonia, esperan que sus territorios sean reconocidos oficialmente por el Estado.
Las iniciativas locales emprendidas por las comunidades indígenas para la delimitación de sus territorios a través de reuniones y asambleas han contado con el respaldo de las organizaciones indígenas como ORPIA y de la sociedad civil como Wataniba, que han colaborado, bajo diferentes enfoques, en la preparación de esos expedientes, en la metodología para el diseño de los mapas mentales, y como intermediarios entre las comisiones regionales y las comunidades indígenas.
Desde que emergió la revolución industrial, Venezuela lleva transitado casi los mismos 200 años con un modelo extractivista hidrocarburífero y minero. Ese recorrido energético hace que llevemos a cuestas una enorme responsabilidad, consecuencia de la cantidad de emisiones de CO2 que hemos liberado a la atmósfera, las cuales, por cierto, aún no hemos contabilizado.

Los pueblos indígenas, los guardianes de las reservas de carbono, llevan siglos haciéndonos un gran favor. Las prácticas de manejo forestal de las poblaciones indígenas demuestran la validez de este camino hacia la sostenibilidad. Desafortunadamente, quienes mejor manejan y conservan los recursos naturales gracias a sus prácticas ancestrales, son los primeros afectados por la pérdida del bosque y el aumento de las emisiones de carbono, ya que los eventos climáticos afectan los recursos que son fundamentales para su calidad de vida. Y por si esto fuera poco, ahora deben enfrentar no solo políticas adversas y amenazas de invasores a sus territorios, sino también los efectos del cambio climático.
Por ello, creemos firmemente en generar una línea de incidencia para el cambio de políticas públicas que favorezca y proteja el rol de los pueblos indígenas, los guardianes de las reservas de carbono, en la conservación de la Amazonia y la transmisión de sus saberes para que también podamos otros resguardar la Tierra siguiendo su ejemplo.