Habituados como están a navegar por los ríos de Amazonas, la escasez de gasolina en Venezuela no solo afecta la movilidad de los pueblos indígenas del estado. El testimonio de Roberto, líder yekwana oriundo de Cacurí, deja en claro cómo la discontinuidad en el suministro de combustible está impactando directamente la elaboración artesanal, la comercialización y el consumo de casabe y mañoco, alimentos sagrados que desde hace más de tres mil años son parte de la dieta básica de las familias indígenas de muchas regiones del país y, más recientemente, de la mesa de todos los venezolanos.
Casabe y mañoco, casabe y mañoco, para un Yekwana no puede faltar este tipo de alimento.
Roberto puede asegurarlo con tal firmeza porque él mismo es Yekwana.
Yo nací en la comunidad de Cacurí en el año 75. Mi primera preparación, dónde pasé parte de mi infancia, en la comunidad de Cacurí, y mi primera etapa de formación, hasta sexto grado, fue en la comunidad de Cacurí. Luego salgo afuera, y posteriormente vuelvo a Puerto Ayacucho. Aquí, bueno, obtuve mi título de bachiller en el liceo Santiago Aguerrebere.
Desde que Roberto tiene uso de razón ambos alimentos nunca han faltado ni en su mesa familiar, ni en la mesa de todas las familias de la comunidad de Cacurí, en el estado Amazonas de Venezuela, donde nació hace 48 años.

Cuando cumplen los cuatro o cinco meses, a los niños yekwana, alimentados exclusivamente con leche materna hasta esa edad, se les comienza a introducir otros alimentos a su dieta. En esta etapa no faltan las frutas, en especial el cambur, el topocho o el plátano cocido que, machacados y hechos puré, con frecuencia se usan para preparar yucuta dulce, una bebida espesa, muy común en el desayuno, hecha con el mañoco del salvado de yuca, tostado y diluido en agua endulzada con miel.
A medida que los niños crecen y comienzan a ser más independientes es común que anden libremente por la selva y los conucos, con los bolsillos llenos de mañoco para aplacar el hambre, recogiendo bachacos grandes y marrones que meten en envases y llevan a la cocina para tostarlos sobre el budare. Cuando ya están crujientes, toman un pedazo de casabe y lo comen junto con los bachacos.
El ingrediente fundamental del casabe y el mañoco es la yuca y, para un Yekwana como Roberto, la yuca es el Árbol de Vida que, como el mito refiere, sólo pueden sembrar las madres, que son las portadoras de la vida. En este sentido, tanto en lo alimentario como en toda su cultura “los indígenas yekwana dependen de yuca amarga y yuca dulce”.
No es de extrañar, entonces, la tajante afirmación de Roberto quien, ahora con esposa y cuatro hijas, creció comiendo este alimento ancestral.
Yo vivo actualmente en la comunidad de Tengua en Alto Ventuari, yo tengo familia ahí. Normalmente soy de la comunidad de Cacurí, pero estoy viviendo en la comunidad de Tengua. Ahí tengo mi conuco, mi casita, tengo cuatro hijas, puras hembras.
Yo creo que estamos comiendo todo igual. Normalmente nosotros dependemos de nuestro conuco, nosotros talamos anualmente en los meses de diciembre, enero y febrero, talamos y tumbamos conuco. Cada familia tiene su conuco y ahí normalmente sembramos yuca amarga, yuca dulce, plátano, topocho, auyama, ñame, batata, piña, caña de azúcar, lechoza.
De acuerdo con la cosmogonía Yekwana, el casabe y el mañoco son, además, parte de la vida desde el mismísimo inicio de los tiempos, constituyen el sustento esencial en la dieta de este pueblo y, en general, de los pueblos indígenas de muchas regiones de Venezuela. “Eso sí es consumo diario”, asegura Roberto.
La minería no es la única amenaza
En su comunidad, Roberto es conocido por su liderazgo y su oposición a la minería ilegal. Hace unos años, con el apoyo de la organización Kuyunú y las comunidades de la zona “logramos desalojar por río Parú, Salto Bocón, una zona de minería donde hay localización de oro en todo el río Parú; había más o menos 15 máquinas, 15 balsas explotando en el río y como 300 personas”.
El desalojo del Parú no fue su primera experiencia. Un año antes estuvo involucrado en un operativo llevado a cabo en cerro Camera, Asisa. Los habitantes de las comunidades lograron recolectar evidencias que sirvieron para las pertinentes denuncias que introdujeron. Después de ocho años, éstas hallaron respuesta con la actuación de la Brigada 52 de Infantería de Selva, que quemó máquinas y equipamiento de un grupo de mineros ilegales que fue parcialmente capturado.

Después de eso sufrimos las consecuencias de la persecución y las amenazas a los líderes. También había indígenas que estaban involucrados, pero no pudieron hacer nada porque cuando el pueblo está unido eso es invencible.
La actividad extractiva ilegal en Amazonas es, ciertamente, un flagelo que atenta contra todos los derechos de los pueblos indígenas. Roberto lo sabe y ha dedicado gran parte de su vida a combatirla por las vías legales, con el apoyo de las comunidades y de la organización que representa a su pueblo.
Yo creo que eso nos enseña, que el pueblo y los líderes tienen que establecerse una estrategia viable para cuando hay conflictos. Uno no puede reaccionar negativamente, atropellando y maltratado a ellos, no, no, vamos a dialogar, nosotros vamos a explicarles cuál es la posición del pueblo, qué es lo que está haciendo, cómo estamos organizados, qué es lo que queremos; articularse con ellos, que ellos también deben luchar por su proceso de demarcación, que la minería es ilegal allí en el estado Amazonas, explicarles la ley… que la Amazonia no se debe contaminar ni destruir.
Pero el líder Yekwana también sabe que no es ésta la única amenaza a los derechos fundamentales de sus hermanos.
Desde el año 2010 notablemente ha venido afectando a las comunidades y pueblos indigenas a nivel del combustible. Anteriormente cada comunidad tenía su tipo de combustible, a través de concejos comunales, pero después todo eso se paralizó y no tenemos información de cuándo van a activar.

La gasolina vale oro
No hay duda de que las dificultades para obtener el preciado combustible es uno de los principales factores que vulneran el derecho al libre tránsito de los pueblos indígenas del Amazonas. Pero lo que no todos saben es que, esta misma escasez de gasolina, también impacta directamente sobre el derecho fundamental a la seguridad alimentaria de los pueblos originarios. En otras palabras: si no hay gasolina no hay casabe.

Dadas las características de la región y la escasa presencia de autoridades, el tráfico ilegal del líquido, confiesa Roberto, es una práctica común en la frontera colombo-venezolana.
Siempre aprovechamos de lo que traen de Puerto Inírida. Hay gente que va para Puerto Inírida, en Colombia, y de ahí traen gasolina, costosa, que solo se puede hacer hoy día por el metal (oro), o sea, allá no circula la moneda, ni peso, ni bolívar, ni dólares… nosotros compramos ese combustible… ¡caro!
Pese a su condición clandestina, Roberto asegura que “eso está funcionando como legal ahora. Hubo un tiempo en que el gobierno impedía el paso por allá, pero fue un dolor de cabeza. Siempre fue difícil de entender, ¿dónde vamos a conseguir combustible si no nos dejan pasar?”.
Aunque valga oro (objeto de sus largas luchas en contra de la extracción ilegal), la razón por la que Roberto y muchos como él están dispuestos a pagar su precio, trasciende las limitaciones en el transporte fluvial.

Hay comunidades con mayor población, Cacurí es una de las comunidades más grandes y, bueno, los conucos están cada vez más lejos y … tienes que tener un motor y combustible, por supuesto. Pero como de eso no hay ahorita, la gente está acostumbrada a ir a su conuco y estar allá unos días, preparar su alimento y regresar a los tres o cuatro días; hay familias que se van una semana y retornan… pero igualito el combustible es necesario, sobre todo se requiere para rallar yuca.
Un producto de la economía indígena
Para hacer casabe y mañoco es preciso, como señala Roberto, rallar la yuca. Para ello tradicionalmente se utilizaban distintos tipos de ralladores: planos, cóncavos, curvos e incluso conchas de tortugas. Paulatinamente, como consecuencia de un sostenido incremento en la producción, ya no para el autoconsumo sino para un incipiente mercado, la cuidadosa manufactura del rallo de yuca confeccionado tradicionalmente fue desplazada. Sin embargo, observa Roberto, hoy en día en las comunidades “la mayoría no sabe utilizar el rallo”.
El casabe es uno de los principales productos de la economía indígena. Una de las ventajas de su creciente producción es que emplea a una cantidad significativa de personas, especialmente mujeres, en áreas rurales, lo que a su vez actúa como un incentivo para evitar la migración a las ciudades o al extranjero.
La autonomía es importante, nuestra cultura, eso es importante; no depender, evitar la dependencia externa. Nosotros mismos tenemos que producir alimentos, nosotros tenemos que optar por proyectos socioproductivos porque la autonomía es importante. Así es, yo creo, que podemos lograr una vida, digamos, más segura. De hecho la gente está hablando ahora de producción.

A pesar de que la elaboración de casabe es una de las industrias más antiguas de la humanidad, continúa manteniendo un proceso mayormente artesanal. Para obtener una torta de casabe la yuca deber ser pelada, lavada, rayada, exprimida y tamizada para, finalmente, darle forma sobre grandes moldes circulares y ser cocida en budare caliente. Producir cantidades a escala comercial usando el método tradicional no es una tarea fácil, ésta es más apropiada para obtener la cantidad necesaria para alimentar a una familia.
Con tantas bocas que alimentar en su familia, Roberto asegura que la escasez de gasolina actual les “ha afectado porque hoy en día los indígenas hemos estado utilizando cigüeña y no rallo, porque cada familia tiene su cigüeña para rallar yuca”.
Hace un par de décadas las mujeres yekwana comenzaron a adoptar el uso de este tipo de ralladores industriales en su versión doméstica. El uso de la cigüeña comenzó a hacerse popular en las comunidades de la Amazonia, no sólo porque ahorra el laborioso y extenuante rallado manual, sino también porque su introducción en los hogares y emprendimientos indígenas ha sido en gran parte impulsada por programas del Estado como el Plan Conuco.
Por medio de los concejos comunales, que reciben un financiamiento por parte del Concejo Federal de Gobierno a través del Sistema de Integración y Comunicación Comunal (SINCO) para adquirir herramientas de trabajo, familias y emprendimientos indígenas han sido beneficiados con cigüeñas y budares para casabe y mañoco, entre otros implementos.

Si no hay gasolina no hay casabe
Si bien la cigüeña facilita y acelera la tarea más ardua en la fabricación del “pan” indígena, para echarla a andar se requiere gasolina.
“¡Cinco litros para un mes!”, exclama Roberto, no solo en su nombre, sino en nombre de los pueblos indígenas de Venezuela, para quienes el casabe y el mañoco, los alimentos originarios, constituyen, además, una significativa fuente de ingresos en la economía familiar.
Cinco litros de combustible hoy en día es importantísimo para cualquier familia indígena. Sobre todo, eso se requiere para rallar yuca, para los demás alimentos no se procede así, no se requiere combustible… lo demás, eso es cocinar y preparar bebida, pero sobre todo el combustible se necesita para rallar yuca.
Cabría pensar que volver a las raíces, a la tradición, a la aplicación del conocimiento ancestral transmitido de generación en generación durante más de tres mil años, al rallado manual de la yuca, como artesanalmente lo hacían sus antepasados, es una una alternativa que, además de privilegiar el autoconsumo, rescataría un aspecto importante de la cultura Yekwana.
Pero Roberto, que vive a diario las dificultades que ocasiona la escasez de gasolina, lo ve de otra manera:
O sea, la mayoría no sabe utilizar el rallo, claro eso no es tan complicado, pero para conseguir esa cantidad de rallos por familia… eso les cuesta (dinero), no es fácil, y eso de alguna manera nos afecta. Gasolina y cigueña, se trata del procedimiento de nuestros alimentos diarios. Las mujeres, nuestras mujeres, se dedican a eso, al conuco, a preparar alimentos… entonces, coño, esto es insoportable, la gente se queja mucho. Así está la situación aquí en el Amazonas.

No le des la espalda
En Wataniba hemos pensado en cuáles podrían ser formas efectivas para indagar y divulgar los alcances, los límites y las vulneraciones del derecho al libre tránsito, el derecho a la integridad personal, el derecho a la seguridad alimentaria y el derecho a la salud, que son los derechos más amenazados actualmente, no sólo entre los pueblos indígenas de la Amazonía nacional sino entre los venezolanos en pleno.
Creemos que, pese a que las formas en que esas amenazas se viven son diferentes, hacer conciencia de que ese denominador común existe puede ser el principio de una respuesta más empática y movilizadora por parte del público y también una posibilidad para descubrir que hay respuestas a esos problemas que vienen de la sabiduría ancestral.
No le des la espalda es una campaña sobre cuatro derechos fundamentales de los pueblos indígenas de la Amazonia venezolana. Con sus historias de vida y reflexiones sobre temas relacionados con salud, alimentación, circulación y tenencia de tierra queremos ir más allá de la estadística y transmitir los testimonios de líderes de las comunidades de distintos pueblos de nuestra Amazonía.
