En el marco del mes que en Wataniba dedicamos al ambiente, conversamos con Alejandro Luy, gerente general de Tierra Viva, la fundación venezolana que desde hace 30 años promueve y ejecuta programas de desarrollo sustentable para mejorar la calidad de vida de los venezolanos. Hoy, en reconocimiento a su significativa y sostenida labor en pro de la conservación y la educación ambiental, la Academia de Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales le otorga el Premio Luis y Juli Carbonell.
1992 fue un año significativo para el medio ambiente. Por estas fechas, más precisamente entre el 3 y el 14 de junio de ese año, se llevó a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro, Brasil.
La ‘Cumbre para la Tierra’ reunió a líderes políticos, diplomáticos, científicos, medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales de 179 países con el objetivo de crear una agenda y un plan para la acción sobre cuestiones ambientales y de desarrollo que ayudarían a orientar la cooperación internacional y la política de desarrollo en el siglo XXI.
La Conferencia concluyó que el concepto de desarrollo sostenible era un objetivo alcanzable para todas las personas del mundo; que integrar y equilibrar las preocupaciones económicas, sociales y ambientales para satisfacer nuestras necesidades era vital para mantener la vida humana en el planeta, y que estas preocupaciones requerían nuevas percepciones de la forma en que producimos y consumimos, de la forma en que vivimos y trabajamos, y de la forma en que tomamos decisiones. Un concepto revolucionario para la época que generó el debate, dentro de los gobiernos y entre gobiernos y ciudadanos, sobre cómo garantizar la sostenibilidad del desarrollo.

Meses antes, en febrero de ese año, se celebró en Caracas el IV Congreso Mundial de Parques Nacionales y Áreas Protegidas. El evento terminó con un llamado a la conservación de la diversidad de ecosistemas, especies, variedades genéticas y procesos ecológicos “vitales para la vida en la Tierra” que fue entregado al presidente Carlos Andrés Pérez, quien a su vez lo transmitió a Maurice Strong, secretario general de la Cumbre para la Tierra de Río. La declaración hacía hincapié en la necesidad de cambiar los modelos económicos y de comercio vigentes para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones, especialmente las relacionadas con las áreas protegidas en los países pobres.
En este contexto nace Tierra Viva. Una organización venezolana, no gubernamental y sin fines de lucro, que surge en 1992 de la visión de un grupo de personas de la sociedad civil convencidas en que la educación es una herramienta fundamental para la conservación de los recursos naturales.

Wataniba: ¿Qué representa el Premio Luis y Juli Carbonell para Tierra Viva?
Alejandro Luy: El premio otorgado por la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales llamado Luis y Juli Carbonell, es un premio que le dan a Fundación Tierra Viva por toda su trayectoria trabajando en proyectos de desarrollo sustentable que involucran temas ambientales, sociales y económicos.

Fundación Tierra Viva es una organización que ha hecho proyectos educativos en docentes y en comunidades; que ha promovido la organización comunitaria de diferente tipo para la atención de problemas socioambientales; que ha promovido el trabajo bajo criterios agro-ecológicos, entre otras cosas para la producción de cacao, lo que llevó a que en Venezuela, hace algunos años, se certificara por primera vez un cacao orgánico.
La fundación ha producido muchísimo material informativo de diferentes tipos: afiches, manuales, atlas… y todo eso ha sido en parte producto del trabajo, pero también como herramientas para docentes, agricultores, etcétera.
Los representantes de la Academia de Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales evaluaron nuestra postulación y ahora se va a hacer entrega de ese reconocimiento, que por demás nos hace muy feliz por dos cosas: porque, por una parte, es un reconocimiento a toda nuestra labor que empezó en el año 1994, y además de esto porque es otorgado por una institución tan seria y tan respetable como la Academia.
De los Objetivos de Desarrollo Sustentable al Moriche
A comienzos de los 90, Living Earth Foundation, una organización británica, inició actividades en Venezuela con “Arte y Ambiente,” una exhibición de pintura expuesta en el Museo de Ciencias de Caracas y en el Bolívar Hall de Londres en el marco del IV Congreso Mundial de Parques de 1992. Con la muestra obtuvo los primeros fondos para el desarrollo de un proyecto que capitalizase sobre las iniciativas existentes en educación ambiental en el país, involucrando en el proceso a comunidades, gobiernos y empresas, para la conservación de los recursos naturales.
Los primeros años no fueron fáciles, la escasez de fondos, la falta de apoyo y las dificultades propias de una ONG en pleno proceso de gestación hicieron tambalear la iniciativa. Sin embargo, una vez superadas, en 1996 se instituye con el nombre de Fundación Tierra Viva.

Desde entonces, la organización no ha dejado de generar y ejecutar proyectos vinculados a los Objetivos de Desarrollo Sustentable suscritos en la Cumbre de Río. Proyectos como “Metamorfosis”, desarrollado en la Corporación Andina de Fomento en Caracas; “Promotores Ambientales Comunitarios” en los estados Aragua y Carabobo o el “Proyecto Pittier: Parque Hombre y Cacao” son solo unos pocos que sirvieron como aprendizaje para establecer un convenio con Petróleos de Venezuela y Living Earth que iniciaría el Programa de Desarrollo Sustentable Delta del Orinoco en 1998.
La única fuente de ingreso económico para las artesanas eran las artesanías que elaboraban a partir de su conocimiento y de su cultura y del manejo del Moriche
Alejandro Luy – Tierra Viva
Wataniba: Desde hace varios años Tierra Viva ha venido realizando una labor significativa con las comunidades Warao del Delta del Orinoco con el fin de comercializar sus trabajos. ¿Cómo comenzó esa relación y cómo surgieron esas conexiones con diseñadores venezolanos?
Alejandro Luy: Esta iniciativa empezó en el año 2010 y se profundizó entre 2014 y 2018 con un proyecto llamado mujer indígena emprendedora, apoyado por la Unión Europea.
Lo que sucedió fue que nosotros vimos que la única fuente de ingreso económico para las artesanas eran las artesanías que elaboraban a partir de su conocimiento y de su cultura y del manejo del Moriche. Pero eso no llegaba a mercados más allá de, primero sus comunidades, pero con un bajo turismo tampoco era efectivo, y luego, a lo mejor en Tucupita.
Nosotros empezamos con diversas estrategias: ferias a las que invitábamos a las artesanas, exposiciones donde hablábamos sobre quiénes eran los Warao y, también, una tienda en linea. Así empezamos a construir mecanismos para la venta de sus artesanías y su trabajos, porque hay otras cosas que no son artesanías.

En esa estrategia pudimos identificar también la vinculación con diseñadores, gente que estaba haciendo cosas nuevas, o que tenía ideas en la cabeza, que podían ser resueltos a través de artículos elaborados por las artesanas, con Moriche o con Bora y entonces eso nos llevó, al identificar que eso también podía ser un mecanismo, vincular, hacer público entre algunos sectores estas posibilidades. Así, trabajando con los diseñadores, ellos dibujaban, planteaban qué era lo que querían, luego eso era llevado y se convertía en una muestra, se le presentaba a las artesanas y ellas trabajaban para ver si era posible y cuánta demanda de tiempo tomaba. Cuando se daba bien, se unían esas dos partes, entonces venia ya la relación comercial, donde la fundación es el intermediario, recibe la orden de los pedidos y se encarga de vigilar que todo esos pedidos lleguen.
Esto se ha hecho con Destilerías Unidas de Venezuela, se ha hecho con chocolates Francescci, y con otras diseñadoras como Carol Leal, que han visto en esto una innovación en sus productos o unos productos que le apoyan en sus mecanismos de mercadeo y comercialización de otros productos.
No tienen empleo, pero tienen un valor cultural muy importante

Los Warao son uno de los pueblos indígenas más antiguos de Venezuela. Su territorio tradicional se corresponde con las zonas pantanosas del delta medio y bajo del río Orinoco, donde se han especializado, a lo largo de miles de años de ocupación, en la explotación equilibrada, racional y sostenible de los ecosistemas y ambientes que componen el llamado sistema deltaico.

Sus actividades económicas tradicionales se centraron principalmente en la caza, pesca y recolección de los recursos disponibles en tales ambientes. Entre estas actividades, la explotación de la palma de moriche adquirió una notable importancia. De ella extraen una gran cantidad de recursos alimenticios e insumos para la elaboración de una amplia gama de recursos y artefactos, medicamentos y almidón con el que elaboran una especie de pan de fécula, extraída del tronco del moriche.
Pero la llegada de ‘criollos’ a territorio Warao, la expansión de la actividad petrolera y de otras actividades extractivas, aunadas a la expansión agrícola y ganadera, dieron forma al actual perfil de los asentamientos Warao, caracterizados por la precariedad y la escasez de servicios.
Estos cambios en la estructura económica tradicional Warao, han repercutido en que los indígenas adopten estrategias de subsistencia ajenas a las de su propia cultura: como el servicio doméstico, el trabajo asalariado o la mendicidad en ciudades y la recolección de desechos en vertederos de basura, constituyen algunos de los oficios practicados por buena parte de la población Warao en la actualidad.

Wataniba: Desde tu punto de vista, ¿cual es la situación del pueblo Warao y cómo crees que puede fortalecerse con proyectos de este tipo?
Alejandro Luy: En general los Waraos no tienen empleo, pero tienen un valor cultural muy importante que esta basado en sus artesanías.
Si podemos seguir apoyando esta iniciativa bajo criterios de comercio justo en el cual las mujeres warao sepan que pueden tener ingresos a partir de su trabajo, de su conocimiento ancestral, creo que eso fortalece las capacidades individuales de las mujeres, pero también de sus familias, y crea una dinámica económica importante.
En el trabajo que realizamos entre 2014 y 2018, en el contexto Venezuela, donde no se maneja suficiente efectivo o es un problema tener efectivo, desde cuando solo había billetes de 100 — estamos hablando del año 2016, nosotros nos atrevimos a abrirles cuentas de ahorros o corrientes a las artesanas en bancos, en un banco del Estado además. Para hacerlo tuvimos que certificar que esas mujeres trabajaban y que tenían unos ingresos importantes como para abrir una cuenta.
Si podemos seguir apoyando esta iniciativa bajo criterios de comercio justo en el cual las mujeres warao sepan que pueden tener ingresos a partir de su trabajo, de su conocimiento ancestral, creo que eso fortalece las capacidades individuales de las mujeres.
Alejandro Luy – Tierra Viva
Por otra parte, considerando también que muchas de estas mujeres vivían a dos horas de Tucupita, pero se desplazan a Tucupita y es allí donde pueden hacer sus compras, pudimos apoyar a las artesanas y seguimos trabajando con ellas. Es decir, son mujeres que tienen sus propias cuentas, con una tarjeta de débito, que reciben un pago inmediato cuando entregan su mercancía. Luego que cobran, ellas pueden ir a comprar los alimentos o las cosas que requieran para ella y para su familia.
Wataniba: Luego de este importante reconocimiento al trabajo que por 30 años ha estado desarrollando Tierra Viva en distintos ámbitos y regiones de Venezuela… ¿Hacia dónde va ahora? ¿Tiene planes de extender proyectos como este a otras regiones pueblos indígenas?
Alejandro Luy: En el contexto actual de Venezuela, que ya tiene muchísimo tiempo, una ONG cuando se expande corre mucho riesgo, corre el riesgo de que unos proyectos comiencen a competir con otros.
En la actualidad Tierra Viva piensa seguir trabajando, primero con comunidades Warao porque son muy necesitadas; nosotros trabajamos con un pedacito de la población Warao, en ocho comunidades fluviales y ocho comunidades terrestres en la actualidad. Hay muchas cosas por hacer en temas de salud, en temas de sostenimiento y medios de vida, en temas de agua. Estamos muy enfocados allí. Tenemos ademas una oficina en Tucupita desde 1998.
Luego estamos trabajando en otra área de Venezuela que es Valencia, pero el esfuerzo está centrado en Canoabo, una cuenca muy importante donde estamos haciendo proyectos agro-ecológicos. Estamos haciendo proyectos de conservación de cuenca que incluyen practicas agro-ecológicas, pero también incluyen reforestación, recuperación o prevención de incendios, con la organización comunitaria, con procesos educativos.
Esa es nuestra perspectiva.