El 22 de marzo, un día después al Día Mundial de los Bosques, fue establecido como Día Mundial del Agua por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una fecha para reflexionar sobre la importancia del “Agua como fuente de vida”, y no es casual, ya que los ecosistemas forestales son el principal garante de la producción y conservación del agua.
El agua dulce representa apenas 3% de toda el agua del planeta y, de esta cantidad, 99% está congelada o enterrada en acuíferos. El instituto Woods Hole Oceanographic (WHOI), de EEUU, lo presenta con la siguiente analogía: si viéramos la Tierra como una pelota de baloncesto, toda el agua del planeta sería como una pelotita de ping-pong y el agua dulce disponible apenas sería una miguita de pan.
El agua es imprescindible para la vida y constituye un derecho humano. Por desgracia no está al alcance de todos. En Venezuela, las cuencas productoras de agua dulce del país están siendo destruidas por diferentes actividades donde la minería, la urbanización y la agricultura sobresalen. Todas ellas originan deforestación y, en consecuencia, la pérdida de la capacidad de estas cuencas para retener y almacenar agua. En el sur de Venezuela, se encuentra aproximadamente 80% del agua dulce del país y su cobertura boscosa supera el 80% de su extensión. Sin embargo, producto de la minería todas las cuencas presentan altos niveles de mercurio, en especial en sus peces que son la fuente de proteína animal más importante para los pobladores indígenas y criollos de la región, según indican investigaciones realizadas ya en el año 2003. Los pueblos indígenas son las más afectados, dada su muy estrecha dependencia de los productos de la pesca.
Bosques y agua funcionan en estrecha sinergia, destruir los primeros es condenar la vida.
Ig: @wataniba
Fb: Grupo de Trabajo Socioambiental de la Amazonia Wataniba
Tw: @Wataniba_ve