(A propósito del Día Internacional de los Pueblos Indígenas)
Vladimir Aguilar Castro, Guillermo Marciales, Luis Jesús Bello -Equipo de derechos indígenas del Grupo de Trabajo Socioambiental de la Amazonía, Wataniba-
- La alerta de las Naciones Unidas
Veinte años después de la Cumbre de Estocolmo, desde la Cumbre de Río en 1992, se negociaron los instrumentos jurídicos ambientales[1] más importantes del siglo XX, se alertó sobre lo que, casi 30 años después, sería una realidad irrefutable. El cambio climático constituye la principal amenaza que se cierne en la actualidad sobre la biósfera, a menos que se decida frenar modificando un modelo que apuesta a la aniquilación de todo lo vivo.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en plena Pandemia señaló que[2]:
“No vamos en la dirección correcta. Los niveles de dióxido de carbono están en niveles récord. Ha llegado la hora de la verdad para la neutralidad de carbono. La acción climática es el barómetro del liderazgo en el mundo de hoy. Es lo que la gente y el planeta necesitan en este momento”.
Dicho esto, El Secretario General de las Naciones Unidas imploró a todas las naciones del mundo declarar el estado de emergencia climática hasta que se alcance la neutralidad de las emisiones de carbono (…) Explicó que no se están cumpliendo los compromisos climáticos.
Los miembros del G-20 gastan un 50% más en paquetes de estímulo y rescate en sectores ligados a la producción y el consumo de combustibles fósiles, que en energía baja en emisiones de carbono. “Esto es inaceptable. Los billones de dólares que se necesitan para la recuperación de la COVID-19 son dinero que estamos pidiendo prestado a las generaciones futuras”, expresó el titular de la ONU.
- El agotamiento del modelo termo industrial
Con la revolución termo industrial de 1830, se a eligió un modelo energético que ha devenido una mayor generación de calor al Planeta Tierra y, al mismo tiempo, ha tenido importantes implicaciones para la economía global y las relaciones internacionales. Desde entonces, existe una íntima correlación entre modelo energético como fundamento material de las relaciones económicas entre los países y naciones a escala global, y el calentamiento de la tierra. De continuar ese modelo, la temperatura del planeta se hará especialmente más alta y su reducción estará prácticamente determinada por la contención de la sobreutilización de la energía fósil (ver Figura 1).
Figura 1. Correlación entre aumento de la temperatura y conflictos internacionales

Fuente: IPCC, 2004.
En el período histórico que nos muestra la Figura 1 (1880-2000), fecha en que la dependencia del modelo económico mundial del combustible fósil se profundiza, se llevan a cabo diversos episodios a escala internacional que reflejan el calentamiento de las relaciones entre los Estados a la par de la del Tierra. Así tenemos que:
- Congreso de Berlín (1884-1885): fecha en que las potencias hegemónicas europeas trazan las fronteras en África y se reparten el mundo.
- Guerras Balcánicas (finales del siglo XIX-comienzos del XX): en el debate historiográfico sobre los orígenes de la Primera Guerra Mundial, se afirma que éstas fueron conjunto “la gran guerra civil europea”.
- Primera Guerra Mundial (1914-1919): el combustible fósil constituye el epicentro de las armas que se van a utilizar en esta gran confrontación mundial.
- Gran Depresión (1929): primera gran crisis del modelo económico instaurado luego de la revolución termo industrial.
- Segunda Guerra Mundial (1939-1945): la crisis económica mundial se dirime con la gran guerra en la que el combustible fósil allana los caminos de la próxima embestida.
- Hiroshima-Nagasaki (1945): el fin de la Segunda Guerra Mundial se resuelve con el preludio de la confrontación nuclear.
- Guerras del petróleo (árabe-israelí, otras 1960-1980): con ellas se pone de manifiesto la enorme dependencia de la economía mundial de la energía fósil y las luchas por el control del suministro.
- Fin de la Guerra Fría (1989): la confrontación Este-Oeste da paso al conflicto Norte-Sur y a las tensiones entre países ricos en diversidad biológica versus países que controlan la biotecnología.
- Primera Guerra del Golfo (1990-1991): el fin de la Guerra Fría se estrena con la Primera Guerra del Golfo que, a su vez, se resolvió con el control de la producción del combustible fósil.
- Derribamiento de las Torres Gemelas (2001): un nuevo actor internacional inesperado entra en escena y con ello se justifica justifican las nuevas guerras por el control de la producción del combustible fósil.
- Guerras en el Oriente Medio (1991-2020): la sucesión de guerras en el esta región, incluyendo la más reciente en Siria, deja en evidencia lo que autores como Alain Badiou han denominado las disputas por el control de las zonas periféricas del capital global, cuya característica principal es el desdibujamiento de los Estado-nación junto a lógicas de poder dispersas en actores estatales y no estatales. Las principales características de las llamadas zonas periféricas globales pueden resumirse en: estados desestructurados, fragmentados por áreas regidas por el crimen organizado conectadas a circuitos económicos internacionales. Como ejemplos de la desterritorialización del Estado-nación están (caso del Estado islámico (ISIS)) Irak, Libia, Siria y Turquía, entre otros; y algunas zonificaciones del capitalismo global financiero. Actualmente, estas lógicas operan para recursos hidrocarburíferos, minerales[3], agua, y diversidad biológica, entre otros.
- Pandemia (2020-): la actual Pandemia es expresión de la alteración de los ciclos de la naturaleza, resultado de la intervención irracional e ilimitada de la especie humana sobre ella.
- Pandemia y cambio climático[4]
Luego de que los cambios termo-industriales iniciados hace 190 años han ido impactando a la naturaleza, y en el presente nos encontramos frente a una suerte de revancha del ambiente, de la naturaleza, a través de la Pandemia a la especie humana.
Desde ahora tenemos solo dos opciones: una, resignarnos y cuando todo “esto pase” (si es que pasa) volver al pasado, al “como era antes”; o, dos, aceptar que no hay vuelta a la normalidad y que, para evitar ya no una nueva plaga sino una definitiva barbarie, urge reinventarnos como especie entre nosotros y, sobre todo, en nuestra relación con la naturaleza.
¿Se modificará la agenda de cambio climático a partir de la experiencia del coronavirus?
Cada vez es más evidente que los comportamientos eco-depredadores de manera acelerada nos están conduciendo a la inevitabilidad del cambio climático, derivado del modelo de producción termo-industrial que, desde su nacimiento, ha venido interviniendo el clima y saqueando la naturaleza. Tal como lo afirma Alex Richter Boix[5]:
La deforestación, la apertura de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de diferentes epidemias. Diversos virus y otros patógenos se encuentran en los animales salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales domésticos y de ahí saltar de nuevo a los humanos; o directamente de un animal salvaje a los humanos…Murciélagos, primates e incluso caracoles pueden tener enfermedades que, en un momento dado, cuando alteramos sus hábitats naturales, pueden saltar a los humanos.
Según la Organización Mundial para la Salud (OMS) el origen de la pandemia es animal. Al respecto señala que[6]:
La Organización Mundial de la Salud (OMS), confirmó hoy que el nuevo coronavirus causante de la enfermedad COVID-19 no es un producto de laboratorio sino una zoonosis vírica originada en murciélagos, frecuentemente receptores de este tipo de virus, y luego transmitida, a través de otros mamíferos, al ser humano (…)
El Doctor Peter K. Ben Embarek, experto en seguridad alimentaria y en zoonosis en la OMS, declaró que “todavía no se había encontrado el origen del foco infeccioso, pero todavía estamos a tiempo porque es importante encontrarlo para entender lo que ocurrió y evitar que vuelva a suceder”.
Ben Embarek explicó que “el COVID-19 pertenece al grupo de coronavirus SARS-CoV-2, que tienen un origen zoonótico y que el animal que actuó como vector fue el murciélago”, los únicos mamíferos voladores causantes de otros brotes epidémicos de coronavirus en el pasado. “No es extraño que un evento parecido haya ocurrido, lo que sí es nuevo son sus consecuencias”.
Existe consenso científico sobre la teoría de que los patógenos que pertenecen a la familia del coronavirus SARS-CoV-2, a la que pertenece el COVID-19, están relacionados con los murciélagos. Hay antecedentes confirmados en anteriores pandemias, la del Síndrome respiratorio agudo y severo (SARS) de 2003 y la del Síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2012.
Este tipo de patógenos, que pertenecen a una gran familia de virus, que provocan desde una simple gripe hasta patologías respiratorias más severas, no pueden invadir las células de cualquier tipo de animal. La especie tiene que tener alguna afinidad para que esto pueda ocurrir.
La investigación que permite llegar al origen del contagio es un proceso largo y complicado. Respecto al MERS llevó un año antes de descubrirse que el animal que la transmitía al hombre era el camello. “Afortunadamente existen estudios científicos anteriores que permiten aprender de experiencias pasadas”, observó el experto.
Pensamos que la agenda de cambio climático debe profundizarse a partir de la experiencia del COVID-19. La comunidad internacional debe iniciar un proceso de replanteo de la agenda del cambio climático a partir de iniciativas de construcción de “políticas públicas de abajo hacia arriba”, de empoderamiento de las comunidades locales, campesinas, afrodescendientes e indígenas, entre otras. En palabras de Francisco Javier Velasco[7]:
El discurso sobre el cambio climático de las élites mundiales se focaliza en lo global y apela al uso de formas dominantes de conocimiento científico y económico. Pero hay otros que apuestan por la articulación de perspectivas más diversas y sensibles a sus propias preocupaciones. En el marco de una creciente crisis planetaria, pugnan por emerger alternativas participativas y horizontales. En este sentido, el combate al cambio climático tiene mucho que aprovechar y recrear de los contextos culturales con agendas alternas a los planes y programas convencionales de la institucionalidad dominante. Ello no debe implicar el abandono del enfrentamiento al cambio climático en sus causas estructurales como esfuerzo mayor y central, lo que supone una transformación radical del modo de vida dominante (subrayado nuestro).
Es la hora de invertir el orden de prioridades. La economía esta vez (y para siempre) debe estar en función del ambiente y no al revés. Es precisamente parte de lo que se debe cambiar y del no retorno a la “normalidad fingida”.
Son tiempos de encrucijadas. O la humanidad avanza como una sola a preservar sus fuentes de vida (agua, bosques y oxigeno) o definitivamente nos extinguimos. La Pandemia es apenas una muestra de que los esfuerzos por superar la crisis de la salud mundial que lleva implícita una crisis ecológica global, deben ser asumidos colectivamente.
- Los derechos territoriales indígenas[8]: una estrategia para la protección de los bosques y de mitigación del cambio climático
En el reciente estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques. Una oportunidad para la acción climática en América Latina y el Caribe (2021), se establece como una de las principales iniciativas para la acción contra el cambio climático la materialización de los derechos territoriales indígenas. En efecto, entre los factores que explican por qué los bosques en territorios indígenas y tribales se conservan mejor tenemos:
- Los factores culturales y los conocimientos tradicionales;
- Los derechos colectivos de propiedad o usufructo reconocidos;
Para ello, entre las medidas que se plantean para mitigar el cambio climático en los territorios indígenas y tribales se proponen un conjunto de estrategias tendientes al reconocimiento y titulación de los territorios ancestrales y tradicionales de los pueblos y comunidades indígenas del continente, como condición fundamental para avanzar en acciones climáticas concretas. En ese sentido tenemos que:
- Derechos territoriales efectivos reconocidos;
- Compensación por servicios ambientales;
- Manejo forestal comunitario;
- Cultura y conocimientos indígenas;
- Gobernanza territorial y esquemas de organización;
Estas medidas de acción para mitigar el cambio climático son claves toda vez que, como lo advierte el propio informe, los territorios indígenas son los que conservan mejor los bosques. En ese contexto, “(…) los bosques de los territorios indígenas y tribales de América Latina y el Caribe son claves para la estabilidad y resiliencia climática global, regional y local. Contienen casi el 30% del carbono almacenado en los bosques de la región y el 14% del carbono en los bosques tropicales a nivel mundial (…)”[9].
Por otra parte, al hablar de desarrollo sostenible en territorios indígenas debe ser contrastado con la noción de Buen Vivir. En efecto, la perspectiva del primero en cuanto a la utilización sustentable de los recursos naturales se contrapone a la de fuentes de vida (agua, oxígeno y bosques), necesarias para garantizar las formas de vida de los pueblos y comunidades indígenas. La vida aquí pasa por la realización del resto de derechos indígenas que, a su vez, son consustanciales con el derecho al territorio.
El concepto de desarrollo está contenido en una serie de instrumentos internacionales ambientales, incluidas las declaraciones de Estocolmo de 1972, Río de 1992 y Johannesburgo de 2002, el cual se fundamenta en tres aspectos:
- Desarrollo económico;
- Desarrollo social;
- Protección del ambiente.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible 17 (ODS 17) y los derechos territoriales y ambientales indígenas
Los expertos han afirmado que todos los ODS son de carácter interdependiente. No obstante, para el caso de los derechos territoriales indígenas y ambientales, el objetivo 17 referido a la Acción por el Clima es el punto de partida para la concreción del resto de los ODS.
De igual manera, a propósito de la Declaratoria que las Naciones Unidas ha hecho sobre el Decenio de la Restauración de los Ecosistemas, a partir del presente año 2021, estudios de expertos señalan que, “(…) los pueblos indígenas son los mejores gestores de la naturaleza y mantienen el equilibrio ecológico. Es así como nueve de cada diez ecosistemas que tienen por guardianes a pueblos indígenas son ecológicamente funcionales y florecen con salud (…)[10].
La superación de la pobreza como uno de los ODS fundamentales, para el caso de los pueblos indígenas, pasa por el reconocimiento y titulación de sus territorios para la preservación de las fuentes de vida (agua, oxígeno y bosques). Ello acompañado del desarrollo de actividades socio productivas que tengan como norte la prestación de los servicios ambientales que las tierras y hábitats proveen. Si los ODS no aterrizan a nivel local tomando en cuenta las realidades culturales y ambientales propias y específicas de los territorios, difícilmente podrán ser materializados.
La apuesta, aunque deseable, puede servir de punto de partida para su concreción, luego del 2030. Se requerirá ya no solo de voluntad política de los Estados, sino fundamentalmente de empoderamiento de los pueblos indígenas de su propio destino.
Como ejemplo, podemos dar cuenta de la idea de Buen Vivir del pueblo indígena Pemon de Venezuela. En efecto, el WAKÜPE/WAKÜ:PE KOWANNÖTOK, o la mejor forma de vivir, expresa las aspiraciones del pueblo asociado a la seguridad territorial en la que se encuentra la fauna y flora, zona de pesca, cacería, prácticas agrícolas, que en sus enseñanzas y aprendizajes fortalece lo cultural.
Por ello, es de vital importancia la conservación del territorio en su plenitud como garantía de la permanencia de los pueblos indígenas, constituyendo el espacio donde se van a desarrollar y mantener las representaciones culturales.
- Venezuela: Quo Vadis
De la historia del calentamiento del planeta tierra desde que emergió la revolución termo industrial en 1830, Venezuela lleva transitado casi los mismos 200 años con un modelo extractivista (hidrocarburífero y minero) como fase superior del rentismo petrolero. De ese recorrido energético termo industrial llevamos a cuestas una enorme responsabilidad, producto de la cantidad de emisiones de CO2, las cuales por cierto aún no hemos contabilizado.
La explicación fundamental a la tragedia que como país estamos atravesando en la actualidad, tiene su sustento material y cultural en esta realidad histórica. Para un país que se acostó siendo rural y despertó nadando en millones de barriles petroleros, la superación de una ilusión de riqueza nos retrotrae a la crisis que estamos padeciendo.
Figura 2. Recorrido energético termo industrial de Venezuela desde la revolución industrial de 1830

Fuente: Elaboración propia
En cuanto a los desafíos urge asumirlos en varios frentes[11]:
“Desde arriba” (Estados)
- Paralización de todos los modos extractivistas de apropiación de la naturaleza. En palabras de Gudynas, estamos en un “coma ecológico” ha de detenerse de manera inmediata.
- Avanzarse en estrategias concertadas de políticas públicas de salud en general, y sanitarias en particular. Éstas deben ir a la par de políticas públicas en torno al Buen Vivir o bienestar social.
- Garantizar y profundizar los derechos humanos, bajo el entendido de que éstos no se encuentran en cuarentena (María Elena Attard). Hay una peligrosa tendencia a convertir los estados de excepción en una regla, y esto es muy delicado, pues la política, como el arte de dirimir las diferencias pasaría aquí a un plano inferior.
“Desde abajo” (sociedad)
- La mitigación constituye una estrategia para la reducción de la vulnerabilidad desde la comprensión de que los pueblos indígenas pueden ser los más afectados. En este sentido, es necesario mirar la epidemia como una oportunidad para avanzar en iniciativas que permitan crear las condiciones para su reducción en comunidades locales, campesinas, indígenas y afrodescendientes entre otras, así como en áreas protegidas, binacionales y de frontera entre otras, con estrategias ecológicas, territoriales, culturales y económicas, a saber:
Ecológicas
- En los últimos ciento noventa años la lógica extractiva ha sido de carácter lineal. En efecto, en la actualidad, los proyectos extractivistas en el mundo en general y en la región en particular así lo evidencian.
- Una estrategia de mitigación ecológica puede ser a través de la declaratoria de áreas bajo régimen de administración especial, que eviten los proyectos extractivos en espacios naturales y culturalmente vulnerables. La prohibición de proyectos extractivos en estos lugares sería parte de las iniciativas a implementar en dichas zonas de protección.
- De igual forma, la aprobación de espacios naturales protegidos junto (y como ejemplo) al reconocimiento de territorios indígenas, puede contribuir a iniciativas mixtas de salvaguarda de sitios naturales y culturales bajo riesgo.
Territoriales
- En el contexto territorial se pueden proponer estrategias que mitiguen el COVID-19 declarando áreas libres de propagación del virus. En este sentido, la regionalización y localización de las áreas fuera de peligro o de riesgo reducido constituye el punto de partida para el impulso de iniciativas de carácter territorial.
Culturales
- Bajo la concepción de una gestión intercultural del riesgo y de minimización de la vulnerabilidad es posible establecer mecanismos diferenciados en zonas ricas en diversidad biológica y cultural.
- Estas iniciativas deben ser interculturales conforme a las realidades locales propias. Pueden promoverse protocolos de acción pluricultural partiendo de usos y costumbres y de formas específicas de abordar los riesgos, a objeto de evitar la expansión del virus desde la mirada de cada cosmovisión.
Económicas
- La pandemia constituye un momento importante para impulsar una economía distinta y alternativa, que no se enfoque exclusivamente en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), sobre todo, en un país como Venezuela con un enorme fardo extractivista acentuado en los últimos veinte años.
- La economía podría estar enfocada en el tránsito a energías limpias, salud y educación, entre otros sectores que requieren de una fuerte inversión, junto al paulatino decrecimiento de las áreas extractivas poniéndolas al servicio de las primeras. Aquel principio de “sembrar el petróleo” adquiere en esta coyuntura una verdadera razón de ser, pudiéndose ampliar a “sembrar el extractivismo”, devolviéndole a la Tierra lo que le pertenece y corresponde.
- Por otra parte, se debería incentivar la agricultura ecológica fortaleciendo las redes locales de producción, haciendo especial énfasis en la conservación de las fuentes de vida (agua, bosques y oxigeno), así como desarrollar la economía propia de las comunidades locales, campesinas, afrodescendientes y de los pueblos y comunidades indígenas, entre otros.
[1] Los instrumentos referidos son la Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, Estocolmo, 5 a 16 de junio de 1972, Doc. ONU A/CONF.48/14/Rev.1); Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, Río de Janeiro, 3-14 de junio de 1992, Doc. ONU NCONP.I51/26/Rev.1 (Vol. 1)); Declaración de Johannesburgo sobre el Desarrollo Sostenible y Plan de Aplicación de las Decisiones de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible (Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Johannesburgo, 4 de septiembre de 2002, Doc. ONU A/CONF. 199/20); “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” (Resolución 70/1 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 de septiembre de 2015, Doc. ONU A/RES/70/1); Corte IDH, “Caso comunidades indígenas miembros de la asociación Lhaka Honhat (nuestra tierra) vs. Argentina” (2020).
[2] “ONU pide a todos los países declarar la emergencia climática”. En Servindi, 13 de diciembre, 2020.
[3] Las llamadas tierras raras incluyen minerales estratégicos y su proceso de extracción es muy contaminante ya que se requiere de mucha agua y gas, conllevando su procesamiento a enormes residuos radiactivos. A la par de ello, los expertos señalan que donde hay tierras raras pueden existir minerales radioactivos como el torio, rodio y el uranio, entre otros.
[4] Este ítem retoma algunas ideas esbozadas en sendas ponencias presentadas por Aguilar Castro, Vladimir, intituladas: Explorando formas de integración binacional entre Venezuela y Colombia desde la seguridad ambiental. Algunos apuntes para la discusión; y Pandemia, Postpandemia y crisis civilizatoria global. La primera presentada en el Conversatorio “Por una frontera con seguridad humana: libre de miedo y con dignidad”, Arauca, Colombia, 20 de marzo 2020; y la segunda en el VIII Encuentro Internacional de Humanidades “El papel de las humanidades en tiempos de pandemia”, 29 y 30 de octubre del 2020, Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, Medellín-Colombia.
[5] Darío Aranda, «La dimensión ecológica de las pandemias», Página 12, Buenos Aires, 30 marzo 2020.
[6] La OMS confirma el origen animal del coronavirus. En https://www.abc.es/sociedad/abci-confirma-origen-animal-coronavirus-202005081401_noticia.html. 8 de mayo 2020.
[7] Francisco Javier Velasco, “El potencial de las alternativas culturales en la lucha contra el cambio climático”. Encontradohttps://www.ecopoliticavenezuela.org/2020/04/23/el-potencial-de-las-alternativas-culturales-en-la-lucha-contra-el-cambio-climatico/, 2020.
[8] Cuando nos referimos a los derechos territoriales indígenas, damos cuenta de los derechos que se desprenden de la gestión colectiva de los territorios ancestrales y tradicionales necesarios para la realización de sus formas de vida, y en los que la implementación de políticas públicas interculturales son una herramienta para su ejercicio y materialización.
[9] FAO-FILAC (2021). Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques. Una oportunidad para la acción climática en América Latina y el Caribe, p.23.
[11] Retomamos aquí algunas de las propuestas que hemos venido esbozando en otros espacios de discusión como el Observatorio de Ecología Política de Venezuela. Al respecto ver https://www.ecopoliticavenezuela.org/2020/05/08/la-dimension-ecologica-y-cultural-del-covid-19/